Todas las familias felices
“Las cosas que sé que son verdad”, de Andrew Bovell. “Futura”, de Checho Castrillón y Carolina Hardoy.
Una familia de verdad
Salí conmovido de ver “Las cosas que sé que son verdad”. Es un texto del australiano Andrew Bovell, qué acá llega en una versión anclada en nuestras geografías, dirigida de manera impecable por José Luis Álvarez.
Una madre, un padre y sus cuatro hijos. En el escenario, de un lado, una cocina-comedor que reúne a los personajes en distintos momentos, y del otro un patio con una huerta. En esos dos espacios se suceden los encuentros y desencuentros, las charlas más o menos profundas, más o menos sinceras, entre los miembros de esa familia.
Es un texto muy inteligente, sensible, y con una narración que todo el tiempo está dando información nueva y sorpresas. Acción pura y un relato que fluye, generando interés permanentemente, hacia su desenlace. Una obra que entretiene, con toques de humor y un despliegue de emociones intensas.
Muy buenas actuaciones de Pedro Bas, Pablo Gelós, Catalina Luchetta, Paola Muratorio, Teresita Rellihan y Agustín Tellechea. Hacen reír y conmueven.
Hijos que crecen, eligen sus caminos, sufren, aman, toman decisiones, se equivocan, vuelven a equivocarse, necesitan sostén y a la vez necesitan despegarse de ese hogar. Una madre y un padre que observan esos crecimientos desde sus propios miedos, sus frustraciones, intentando cuidar y, a veces, descuidando.
Es una obra que te da la posibilidad de espiar a una familia atravesada por temas universales que sin duda resuenan en la vida de los espectadores. ¿En qué se transforman los hijos cuando crecen? ¿Cuál es la medida justa del amor?
No te la pierdas. Está los domingos, a las 19.30, en El Camarín de las Musas.
Una familia de clowns
También vi “Futura”, dirigida por Carolina Hardoy y Checho Castrillón. Es el nuevo espectáculo que Espacio Aguirre, la escuela de clown, bufón y máscaras de Marcelo Katz, presenta todos los años. En esta oportunidad, exploraron el vínculo entre los humanos y las máquinas, en un futuro imaginario.
Siempre es una experiencia divertidísima ver payasos sobre el escenario. Los payasos teatrales, no los que asociás con las plazas, las animaciones infantiles, o el circo. Estos son actores que, con una nariz roja como están en juego permanente, buceando en sus sentimientos y mundos internos, mientras interpelan al público desafiando el orden establecido, las convenciones sociales e interrogándose sobre temas variados.
Actúan Marcelo Barthaburu, Facundo Benitez, Magdalena Borrajo, Alejandro CID, Andrea Costantini, Lucas Federico, Flavia Figueredo, Tatiana Giselle Herasimiuk, María Florencia Izzo Villafañe, Martín Liberoff, Patricio Lopez Talancha, Apolo Muzio, Fernanda Perez, Matías Rossi y Victor Capeto.
Son 15 artistas. Eso le da un gran valor a la propuesta porque no es común en estos tiempos ver elencos tan numerosos. Cada clown con su tono, su esencia, su color personal. Están los más sensibles, los más histriónicos, los más eufóricos, los más dramáticos, los que parecen no tener límites.
Hay música, efectos sonoros en vivo, una escenografía muy bien pensada (gran trabajo de Maite Corona y Walter D. Lamas) que le aporta un entorno único al clima de juego de la propuesta, y muy buenos recursos visuales que le agregan magia al delirio.
Te reís y te volvés a reír y no parás de reírte por un largo rato. Las funciones son los sábados a las 19.
Se fue junio. Esta es la lista de obras que vi en todo el mes:
“Reversible”, de Mercedes Torre.
“No hay banda”, de Martín Flores Cárdenas.
“Estocolmos”, de Marina Filoc.
"Paquito (la cabeza contra el suelo)", de Natalia Casielles.
"Vigilias", de Germán Cabanas.
"La gravedad de las burbujas", de Juan Pablo Galimberti.
“Ha muerto un puto”, de Gustavo Tarrío.
“Qué hermoso era todo antes”, de Lisandro Fiks.
“Las cosas que sé que son verdad”, de Andrew Bovell.
“Futura”, de Checho Castrillón y Carolina Hardoy.