Anatomía de un instante
Pedazo de mí, de Inés Garland. El árbol más hermoso del mundo, de Francisco Lumerman.
“Con un hilito de agua caliente alcanza. Un hilo muy finito, muy caliente. Eso es lo que se necesita: un hilito. Entra por un solo lugar, una aguja larga de agua hirviendo que después crece y va contagiando a todo el resto. Contagiando, me salió. Como si fuera una enfermedad.”
Así comienza el cuento “Pedazo de mí”, de Inés Garland, incluido en el libro de su autoría “Con la espada de mi boca” (Alfaguara, 2019), que esta escritora adaptó para teatro y que acaba de estrenarse en El Camarín de las Musas, con actuación de Luz Palazón y dirección de Augusto Perez.
Estuve en el estreno y salí impactado. El texto es excelente y Luz logra conmover.
Una obra montada desde lo simple, en la que todo fue decidido con cuidado para que no se pierda ningún detalle de lo que se va a contar.
El escenario es un gran cuadrado vacío. Al fondo y a los costados las paredes de la sala parecen una escenografía en desuso. La extensión del espacio invita a imaginar movimientos, desplazamientos, pero no. La obra transcurre en un rectángulo, una tarima pequeña que eleva apenas el suelo, sobre la que hay una silla. Ahí se sienta la actriz y empieza a narrar.
No hay música. No hay grandes juegos de luces. Teatro mínimo, despojado. Cuerpo y palabra. Un cuerpo definido en particular desde los pies, desde ese mapa que dibuja la reflexología para analizar y tratar cada órgano del cuerpo.
En la obra una mujer habla. Deshilvana una historia dolorosa y un instante. El amor y la soledad cargan de emoción la voz del personaje. Luz suelta cada palabra con cuidado porque cada palabra está ahí para explicar algo importante. Dice lo que calló durante mucho tiempo y lo dice en calma, por momentos lo grita, apenas se mueve. Y lo dice lento, como lento fue el daño que ahora la tiene ahí hablando.
Un texto cargado de emoción, una actuación conmovedora y un espacio escénico reducido confluyen en un acto poético desgarrador. Una obra fuerte.
Las funciones son los sábados, a las 22.
La fantasía de dejarlo todo atrás
Me siento a escribir esta segunda parte del newsletter de madrugada, después de ver una nueva obra escrita y dirigida por Francisco Lumerman. Se trata de “El árbol más hermoso del mundo”, con Ana María Orozco y Salvador del Solar.
Una mujer se extravía en una reserva natural. Un guardaparques la rescata pero ella le pide que no sea reportada. La obra es un encuentro entre dos desconocidos. Cada cual con sus secretos.
Lumerman puso su mirada sobre tres grandes temas. Primero, el vínculo entre el hombre y la naturaleza, que queda representado en el universo del personaje del guardaparques y su relación con la reserva natural y la amenaza permanente de los incendios provocados por el hombre para avanzar con emprendimientos económicos. Segundo, las diferencias entre la cultura occidental y las de las comunidades originarias, sobre todo trayendo prácticas de esas sociedades que integran de una manera distinta a la naturaleza. Y finalmente, el tema de cómo impacta en cada individuo el pasaje de lo conocido a lo desconocido, y si desconocerse a uno mismo, perderse, puede ser una forma de encontrarse.
Esto último me trajo a la memoria un texto precioso: “Una guía sobre el Arte de Perderse”, de Rebecca Solnit. La escritora dice que el concepto de perdido tiene dos significados diferentes: “Perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido, perderse tiene que ver con la aparición de lo desconocido”.
Lumerman contó una historia que indaga alrededor de esas ideas de Solnit. Es un relato que se ve sobre el escenario como se lee una fábula. Un cuento simple que se convierte en puente para pensar los vínculos, nuestros trabajos, además de la percepción que tenemos de nosotros mismos y de qué estamos haciendo con nuestras vidas. Porque como dice Solnit, “no perderte nunca es no vivir, no saber cómo perderte acaba contigo”.
“El árbol más hermoso del mundo” puede verse los sábados a las 19, domingos a las 20 y martes a las 21, en Moscú Teatro.



