Dos monstruos. La potencia de Luciano Cáceres sobre el escenario y una historia impactante escrita por el talentoso Francisco Lumerman son prueba de que la teatralidad es a veces el mejor dispositivo para narrar, conmover y reflexionar sobre lo humano. “Muerde”, la obra que vi el fin de semana me impresionó.
Aclaro: es dura. Y aviso: es imperdible.
René está solo en un galpón con las manos manchadas de sangre. Intenta saber qué pasó. ¿Un thriller teatral? Algo así. Un personaje encerrado y solitario al que lo aturden los pensamientos y suelta la lengua sin parar. Lo condiciona un pasado de abandono y violencia. Un ámbito de encierro y soledad. El camino hacia la locura. ¿Una única víctima y muchos victimarios?
Lumerman escribió un texto inteligente con una destreza narrativa tal que permite visualizar cada una de las situaciones y traer a un plano casi real a cada uno de los personajes involucrados. La historia avanza y la intriga crece. Las escenas se suceden con la velocidad, el ruido y la certeza del golpe de un martillo sobre la madera. El relato atrapa, inquieta.
Cáceres hace un trabajo enorme. Tiene una presencia escénica avasallante y en la composición de este personaje lo da todo. Hay un cuerpo que sufre. Están las emociones a la vista. Una interpretación honesta, sensible, desgarradora. Como actor puede pasar de la fragilidad de un niño a la ferocidad de un animal en un solo paso. Y de este logro artístico, por supuesto, también es parte Lumerman como director.
Es fundamental también el trabajo escenográfico de Agustín Garbellotto y los climas creados por Ricardo Sica en la iluminación.
En fin: de esas obras que son una clase de teatro en todos los aspectos. Quedan tres funciones en Moscú Teatro: los domingos 14, 21 y 28 de abril, a las 18.
Me llama la atención la cantidad de unipersonales que hay en cartel. Además de “Muerde”, desde que empecé este newsletter vi “Debería llamarse Rosa Furia”, de Laura Eva Avelluto, “Rota”, de Natalia Villamil, y “El hombre de acero”, de Juan Francisco Dasso. Y ya tengo mi entrada para ver el viernes “Tácito imperfecto”, de Enrique Federman. Les cuento la semana próxima.
¿Leen teatro? La estoy pasando muy bien con “La espada de pasto”, libro editado por Rara Avis que reúne tres obras de Ignacio Bartolone. Textos irreverentes que, como dice Mariano Tenconi Blanco en el prólogo, son una “muestra clara del poder de renovación de la literatura argentina, pero hecha desde el teatro”.