El teatro, entre el ritual y el mito
“Banda Lavanda”, de Samir Carrillo. “El Che y yo”, de Raúl Garavaglia.
Vi dos obras muy diferentes que tienen un elemento similar. En las dos aparece un personaje fantástico que irrumpe en la historia para alterar lo que está ocurriendo. Y ambas criaturas están construidas en base a cuerpos plásticos, expresivos, que van y vienen entre lo animal y lo mitológico.
La obra “Banda Lavanda”, escrita y dirigida por Samir Carrillo, se pregunta sobre cómo se sana una herida todavía fresca, sobre cómo se puede transformar el dolor.
En el centro del escenario, una estación abandonada en medio del desierto. Una novia recién plantada en el altar busca venganza escopeta en mano. Mientras espera la llegada del tren, conoce a un joven que busca el perdón de un amor del pasado.
El tren nunca llega. No hay adonde ir. Deciden pasar la noche en esa estación y se produce algo entre los dos, como un flechazo inesperado y para el que no estaban preparados. De repente, del desierto surge un personaje mítico que, mediante un ritual milenario, abrirá el espacio para la transformación.
Actúan Sonia Alemán, Tadeo Macri y Lautaro Montenegro. Están muy bien los tres. Es de esas obras que se nota que están asentadas, con muchas pasadas, un ritmo justo, dinamismo y espacio para el juego escénico y el detalle. Además, hay chispa y humor.
Un plus: muy buena la música, compuesta por Sonia y Tadeo, con arreglos bellísimos. Escuchar canciones en una obra siempre es un regalo extra.
También se destaca la escenografía y una iluminación cálida, ambas diseñadas por el mismo autor y director de la obra.
Las funciones son los viernes, a las 22.30, en El Método Kairós Teatro.
La otra obra que vi, “El Che y yo”, se suma a las innumerables lecturas de la figura de Ernesto Guevara, tanto el personaje político como el histórico y, sobre todo, el hombre, con sus contradicciones.
El texto, de Raúl Garavaglia, es muy inteligente, sensible y poético. Palabras que generan imágenes, pensamientos vivos, momentos de introspección. Gritos y silencios. Empujones y caídas. La lucha, los sueños, la muerte.
Con una puesta de luces y sonidos muy estudiada y cuyo diseño logra efectos dramáticos, y con una escenografía mínima, la obra muestra un hecho imaginado: el encuentro entre El Che y Lari Lari, un ser mitológico boliviano que dice haber atrapado al guerrillero con el propósito de robarle el alma para recuperar el prestigio y respeto que tuvo en otros tiempos. El encuentro ocurre en la escuelita de La Higuera, en Bolivia, entre el 8 y 9 de octubre de 1967.
La dirección, notable, es también de Garavaglia. Muy buenas las actuaciones de Laurentino Blanco y Theo Césari. Lo que hace Laurentino, como El Che, es impactante y conmovedor.
Se ve a un Guevara abatido, vencido, enfrentando sus miedos, sus fracasos, revisando sus ideas. Se ve a un hombre hambriento, ahogado por el asma, herido, enfermo. Un hombre a pocos minutos de su ejecución.
Es un espectáculo muy bien resuelto desde la puesta. Y mirá el poder de evocación de este instante en la obra:
La obra va por su cuarta temporada y puede verse los lunes, a las 20.30, en Ítaca Complejo Teatral.
Un lanzamiento que me pone muy contento
Quiero contarte que acaba de salir mi primera novela. Se llama “Quiero ser yo el que te diga que te vayas”. La publica Qeja Ediciones y vamos a presentarla la semana que viene, el jueves 25 a las 20.30 en La Vieja Guarida. ¿Da para que vengas?