Hola, ¿cómo estás? El domingo pasado, mientras esperábamos los primeros resultados de las elecciones, descargué una playlist, me puse los auriculares y me fui caminando a ver “Rastros del gesto analógico”, un trabajo muy especial interpretado y dirigido por Carolina Tejeda e Ignacio Rodríguez de Anca, con música en vivo de Norberto Moreno.
La edición de hoy del newsletter es sobre las impresiones que me dejó está experiencia.
Empiezo con un intento de definición. Es una obra íntima, delicada. Una invitación a dejarte llevar. Si buscás narraciones tradicionales, no es para vos. Si en cambio te interesan las propuestas que se asoman a otros lenguajes o que se crean desde lenguajes ajenos al teatro, andá a verla.
Es una creación escénica difícil de clasificar. Se sitúa en una zona de cruce entre objetos, títeres, fotos, sonidos y actuación. El pasaje de uno de esos lenguajes al otro es orgánico, sin quiebre. Todo está a la vista y en movimiento. La obra se va montando y desmontando mientras transcurre, a un ritmo lento. Es una especie de máquina actoral, gestual y musical que abre al público su mecanismo interno. Las interpretaciones sutiles y sensibles de Ignacio y Carolina son la energía que hace funcionar el dispositivo desde la primera luz, el primer gesto, la primera palabra, hasta el apagón final.
Según cuentan los miembros de la compañía en una entrevista online, la idea del espectáculo partió de una investigación que incluyó recopilación de objetos y entrevistas a mujeres.
El tema central es la memoria y su fragilidad. Dónde está lo que recordamos. Qué de lo que recordamos es real y qué es ficción. Otro tema que aparece es el del destierro. Somos hijos, nietos o bisnietos de personas que migraron y que lo hicieron en contextos hostiles, violentos.
En una época en la que predomina la fotografía digital, esta obra trae a escena a la fotografía de papel, esa que se puede tocar, manipular. A la vez, explora otras posibilidades visuales con proyecciones sobre telas y algo que me pareció bellísimo: fotos impresas sobre hojas de árboles. Nunca había visto algo así.
El Teatro La Gloria es el espacio ideal para esta puesta. La sala le ofrece un ambiente íntimo, mínimo, cálido a una obra ideada para ver de cerca, como se ven los títeres de mesa.
En cuanto a lo sonoro, la obra también es muy particular. Un músico en escena llena el espacio de sonidos medievales que aportan un clima especial y poético.
Las funciones de “Rastros del gesto analógico” son los domingos a las 20.