Todo del amor y de la muerte
"El cuerpo anímico", de Mariela Asensio. "Nada del amor me produce envidia", de Santiago Loza.
Faltaban unos diez minutos para que terminara la obra y ya se escuchaban los sollozos. Casi media sala lloraba. Fui uno de los afectados. La obra “El cuerpo anímico” (qué nombre precioso), de Mariela Asensio, es una joya en la cartelera actual. Conmueve por su temática y por las enormes actuaciones de Cristina Maresca y de Mariela, la autora.
La enfermedad de una madre altera su vida y la de su hija. Los dos personajes en escena resignifican el vínculo de amor que las une, lo actualizan. El amor es siempre distinto cuando está cerca un final. La obra es un llamado a la reflexión, con más preguntas que respuestas. ¿Cómo se relaciona con el mundo un cuerpo enfermo? ¿O cuál es la relación del mundo con un cuerpo enfermo?
El espacio está reducido a asientos y cortinas. A veces representan la casa de la madre y otras el hospital. Las cortinas delimitan los ambientes y a la vez remiten a esos compartimentos que se ven en las guardias de los hospitales. Espacios de frialdad que sólo se entibian con la palabra y los abrazos.
Al fondo y arriba, una pantalla reproduce imágenes del pasado y textos del presente. La poética de la obra se sostiene en la relación entre los personajes, el espacio y la pantalla.
Avanza la enfermedad y con ella el dolor, las exigencias del tratamiento, los reclamos, los miedos y la proximidad de la muerte. La obra es una despedida. Una despedida amorosa y viva. Una obra bellísima.
La dirige Paola Luttini y puede verse los jueves, a las 20.30, en Teatro El Extranjero.
La otra joyita que vi es “Nada del amor me produce envidia”, de Santiago Loza. La obra de la que todo el mundo hablaba cada vez que volvían a montarla. Se estrenó en 2008 en el Sportivo Teatral, pasó por el Tadrón, La Carpintería y recorrió ciudades del país. Ahora está cumpliendo 16 años con funciones a sala llena en Dumont 4040, el mismo teatro donde también vi la otra de Loza, “Viento blanco”, que elogié hace dos semanas en este newsletter.
Con dirección de Diego Lerman y la actuación de María Merlino, este melodrama musical se centra en una costurera de barrio a la que un día se le aparecieron Libertad Lamarque y Evita para pedirle el mismo vestido.
El texto tiene frases hermosas y una estructura muy bien armada. El personaje es entrañable. El universo creado con la forma de hablar de la costurera, la máquina de coser y el maniquí, es un viaje a una época que a cualquier argentino le toca fibras familiares, cercanas.
El juego entre la palabra hablada y la voz cantada le da a la puesta un ritmo y una belleza inexplicable. Todo está bien: las pausas, las palabras, los matices, los toques de humor, las canciones. Es de esas obras extraordinarias que no te podés perder.
Quedan dos funciones, los sábados 7 y 14 de septiembre a las 19.
Definitivamente, son días para disfrutar de las historias de Loza. Ya leí su libro “La primera casa” y tengo descargado en el Kindle para empezar “El hombre que duerme a mi lado”.
Hablando de libros, hace dos fines de semana fue la FED, el encuentro anual de editoriales independientes que ya es un clásico. Según los organizadores, pasaron por la feria más de 24.000 personas. Yo fui y presté especial atención a los textos teatreros.
Obviamente, también fui a ver qué linda quedaba mi novela en el stand de Qeja. (Esto no es autobombo, es alegría y ganas de compartirla).
Volviendo a lo teatral, me encontré en la feria con una biografía muy interesante. “La vida de Chéjov”, de Irene Némirovsky, editada por Mil Botellas Editorial.
Otras perlitas: la editorial Libros drama publica obras teatrales contemporáneos. Ahí encontré una edición de la obra de Loza de la que precisamente hablé hoy.
Si te interesa saber dónde conseguir esos y otros libros, escribime y te paso data.
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