El teatro tiene sus campeones
“Se despide el campeón”, de Fernando Zabala. “Moliendo a Molière”, de Emiliano Dionisi.
Vi el unipersonal “Se despide el campeón”, de Fernando Zabala, dirigido por Mariano Dossena. El género unipersonal está en un gran momento.
El que está en escena esta vez es Cristian Thorsen, con una actuación maravillosa. La interpretación nace en una voz rasposa, opaca, agónica, que toma y recorre el cuerpo del actor, lo arrastra, lo moldea y lo transforma en personaje. Una oralidad de un hombre de pueblo ahogado por sus propias palabras, que por momentos se escapan, se esfuman. Porque es imposible decir todo lo que pasó y lo que está por pasar. Porque es difícil hablar cuando el alcohol cubre el aire como una niebla. Un personaje que parece estar a punto de derrumbarse mientras entra y sale de los recuerdos y narra la historia que lo llevó a estar ahí hoy, tambaleante, sobre un escenario en el que como en un ring da pelea contra la memoria y sus pasiones.
Dossena protege la fragilidad de ese personaje, lo acompaña en los detalles, cuida al actor y al texto. Se lo puede imaginar ahí, sobre el escenario, invisible, sosteniendo con hilos cada movimiento, cada frase, la emoción de la mirada, el movimiento de un párpado. Un trabajo de dirección impecable.
El texto de Zabala es excelente. Atrapa, perturba y conmueve. Una historia contada con maestría, sin apuro, construyendo el destino de un hombre noqueado por el amor y la muerte.
El dramaturgo cuenta que la obra nació con una noticia insólita que venía de Puerto Rico. Velaban a un boxeador embalsamado. Los familiares se sacaban fotos con él, lo habían vestido con bata, guantes. Luego, Zabala se cruzó con “Fragmento de un discurso amoroso”, donde Roland Barthes habla del amor embalsamado en las distintas etapas del enamoramiento. Del cruce de ambos universos surgió la escritura.
Sigue durante todo agosto, los martes a las 20.45 en Ítaca Complejo Teatral. No te la pierdas.
Mientras esperábamos el acceso a la sala, fuimos haciendo una fila contra una pared. Del otro lado, una hilera de libros parecía esperar, como nosotros. Este espacio cultural tiene un proyecto que me encanta. Lo llaman “Biblioteca circulante comunitaria”.
En el cartel se lee esto:
Ítaca sueña un mundo en que al terminar un libro se pueda pensar en otro al que ese libro le alimente el alma. Un mundo en que los libros no se acumulen en bibliotecas atiborradas.
Y al final invita:
Retirá el libro que quieras y dejanos los que creas que a otro le podrían alimentar el alma.
No sé si los libros alimentan el alma pero son necesarios. Esto me da pie para compartirte la alegría que tengo porque la semana pasada presenté “Quiero ser yo el que te diga que te vayas”, mi primera novela. Pude armar lo que imaginé. Un encuentro con amigos, familia, compañeros de trabajo, gente del mundo del teatro y escritores. Hubo música y palabras. Y en un juego teatral, leí un fragmento de pie dentro de una Pelopincho.
¿Será que ando con ganas de actuar? Obvio que sí.
Actuar es un juego hermoso. Escribir también. Y la habilidad de jugar, ese lenguaje propio de la infancia, a veces se convierte en algo espectacular. Es el caso de “Moliendo a Molière”, la obra para chicos sobre textos de Molière, música de Jean-Baptiste Lully y Marc-Antoine Charpentier, dramaturgia y dirección escénica de Emiliano Dionisi.
Terminaron las vacaciones de invierno y las funciones también. Pero todo apunta a que esta obra va a volver. No tengo una confirmación oficial pero el sentido común dice que no pueden dejar de hacer este espectáculo tan pronto. Si no vuelve, hay que ir a buscarla o tirarle tomatazos a los responsables de que no vuelva.
La idea es buenísima y funciona. Una compañía de artistas de dudosa reputación recibe la visita de la única persona que puede asegurarles un futuro mejor. Deberán seducirlo aunque eso signifique un engaño.
Para mí, es uno de los mejores espectáculos infantiles de los últimos años. Inteligente, creativo, divertido, disparatado. Emiliano: te pasaste. Derroche de talento por donde se mire. Música de calidad, actuaciones destacadísimas. Los amé.
Todos están muy bien sobre el escenario pero no puedo dejar de elogiar a dos. Lucía Adúriz la rompe. Tengo admiración absoluta por esta actriz, quien el mes pasado me deslumbró con su papel en “Paquito (La cabeza contra el suelo)”. Y Mariano Russo es Messi. Cada pavada que hace es un gol al ángulo que termina en carcajadas. Un comediante arrollador, simpático, payaso, tonto y genial a la vez.
Molière, lamento mucho que no puedas ver lo que hizo Emiliano con tus obras y con este grupo de artistas increíble. Un espectáculo dionisíaco.